2017-02-05

La crisis de las lechugas

Estos días han salido diversas noticias en los medios de comunicación sobre la falta de lechugas producidas en el Sur de Europa para proveer de este producto los estantes de los supermercados británicos. Un par de artículos los podéis leer en:
http://www.elmundo.es/economia/2017/02/03/58946f08468aebf4508b468c.html
El frío de algunos días de este invierno afectó su producción y se ha creado una situación de carencia y subida de precios.
Nosotros en el huerto también teníamos lechugas plantadas de dos variedades  y la verdad es que vienen al caso un par de reflexiones.


1.- No todas las variedades de lechuga se ven afectadas del mismo modo por el frío. Nuestras lechugas de la variedad tradicional "Malagueña" están estupendas, como podéis ver en la foto. En cambio, las de la variedad "Hoja de Roble", sembradas a la vez, detuvieron su crecimiento y andan atrasadas.

El buen comportamiento de la variedad local me consta que también lo ha observado otro hortelano y es un pequeño ejemplo de cómo una selección localizada hecha por los propios productores del valle del Guadalhorce, cultivo tras cultivo, ha propiciado en este caso un mejor comportamiento en unas circunstancias de más frío.

Variedades comerciales de éxito, como la lechuga iceberg, están seleccionadas para su cultivo en condiciones industriales como  monocultivo  en miles de hectáreas a nivel mundial. Se busca que sea un producto homogéneo y con un aspecto estable que le confiera identidad. Pero esa homogeneidad se puede convertir en un problema, si una circunstancia extraordinaria negativa se da, porque toda la producción se verá afectada del mismo modo. El frío en Grecia, Italia y Murcia ha mermado grandemente la producción y en Reino Unido hay poca lechuga y están importando del otro lado del Atlántico y esto me lleva a la otra reflexión.



2.- ¿ Tiene sentido traer lechugas de Estados Unidos a Europa?
A pesar que las reglas del mercado, como es la existencia de una demanda puntual, digan que sí, las de la biología, las de la eficiencia energética, las de la termodinámica y las del sentido común dicen que no.
Producir alimentos es una actividad económica pero los alimentos no son sólo mercancía y esto se ha olvidado. Nuestras dietas, sin fundamentalismo, deben estar geográficamente localizadas y estacionalizadas.
Gracias a la alimentación obtenemos la energía para el funcionamiento de nuestros cuerpos y por ello carece de sentido que optemos por consumir alimentos  que nos den menos energía que la que se ha empleado para producirlos y llevarlos a nuestra mesa. Sencillamente no es ni termodinámicamente, ni ambientalmente sostenible, aunque se haga negocio con ello.
Sólo con el conocimiento de estos hechos y tomando decisiones acordes que sustenten nuestros actos alimenticios podremos revertir despropósitos como el mencionado. No desfallezcamos, la razón y la termodinámica  están de nuestro lado aunque no lo esté el dinero.


Miguel A. Quesada